Peter Greenaway
“Comencé a filmar como estudiante de arte que aspiraba a ser pintor de murales con la cámara. Tenía ambiciones de hacer cada imagen fílmica autosuficiente en tanto que pintura. Quería hacer filmes que no fueran ilustración de algún texto preexistente (ya fuera novela, teatro, poema o guión), ni vehículo para el lucimiento de los actores, ni esclavos de una trama, ni excusa para convocar catarsis emocionales —ni mías ni ajenas; el cine no es terapia, el cine y la vida merecen más que eso. Quería ver si era capaz de hacer filmes que reconocieran artificios e ilusiones y demostrar que, aunque fascinantes, eran eso: artificio e ilusión. Quería hacer cine de ideas, no de tramas, y tratar de usar la misma estética que en la pintura; es decir, prestar atención a la estructura formal, a la composición y al encuadre, e insistir en la metáfora visual. Quise explorar diferencias y conexiones entre cine y pintura, y llevar esta exploración al montaje, al ritmo, a los diversos intervalos de tiempo, a las repeticiones y variaciones sobre un tema. Al principio era mi camarógrafo y editor. Tanto mi ambición como mi carencia de recursos me hicieron capaz de la ironía y del desastre”.